Año tras año, viendo a quinto en este festival, sus coreografías siempre sorpresa para nosotros, nunca entendimos porque nunca logramos espiar sus coreografías, hasta que llegamos nosotras y nos dimos cuenta por qué... Porque hasta el día anterior NO HABÍA.
Algunas desde primero, otras más adelante, pero siempre escuchando cada una de las cartas en las que quinto año se despedía y todas pensando qué diría la nuestra, cuando nos toque a nosotras!
Y acá estamos, entre bailes y risas, diciendo chau nosotras también.
Cinco años sin duda no son nada, y sin embargo es inexplicable todo lo que pasamos, todas las cosas que vivimos en ellos no me entrarían en una carta.
Así que les quiero hablar de hace poquito, ese día que nos juntaron en cuarto año, en esos momentos en que creíamos que en la coreografía de pelota íbamos a jugar al quemado.
Pero no, nos conocimos y volvimos a conocer a cada una de nosotras como éramos, una pasión (o más de una) en común, y tanta vida por compartir.
Ese año... cuando la pipol se hizo pipol, cuando descubrimos que el colchoncito al fondo del aula era la salvación a nuestros pesares, cuando vimos que entrar al salón cantando nuestros propios inventos era la única forma de llevar el día, ir a bailar... a boliches mixtos (ya que eso de vernos cinco días a la semana nunca fue suficiente), el ¿qué me pongo? de cada viernes, cuando el desayuno-almuerzo-merienda-merienda-mate-merienda-cena era una cuestión cotidiana entre todas, separadas por la distancia, unidas por la gloriosa escuela de danzas.
Fue ese año también que las peleas empezaron, que Flecha, que Snow, que Equis, que voy, que me quedo, que NI ME HABLES DE ESO QUE FALTA UN MONTÓN! y el inicio de mi ataque de caspa... la plata por mes, porque cuando quinto pipolero egresa... egresa con todo.
Con esfuerzo, un par de lágrimas y mil risas, se fue cuarto y llegamos...
QUINTO PIPOOL!!
Y siguió el esfuerzo, y volvieron las peleas, que el buzo, el disfraz así, que asá, que la fiesta en provincia, capital, Venus o Plutón... la bandera!
Empezaron las rifas, las tortas, los alfajorcitos de Maicena, marca registrada de la pipol... Toda la escuela se acuerda de las veinte locas cantando UNO UN PESO, DOS UNOS CINCUENTA!
Como siempre, cuando nos esforzamos logramos lo que sea, y esa fiesta llegó: más hermosa de lo que podríamos haber imaginado, me van a decir que no valió la pena?
Miramos para atrás y vimos que habíamos hecho un enorme viaje ya, y otra cosa destacable... Aplausos pipol, QUE VENCIMOS LA MALDICIÓN DE QUINTO!
Seguimos un poquito más de camino y nos topamos con esto, nuestro último geba, uno de nuestros últimos papelones públicos dentro de la escuela...
Fue una tarea agotadora hacer esta carta, porque la quería perfecta, con las palabras justas, sin olvidarme de nada; que sea lo que ustedes esperan, que sea lo que ustedes merecen:
Porque los consejos que me dieron me quedan guardados en mil cajitas, los recuerdos que tengo con ustedes son irremplazables, la fuerza que me regalaron no me las roba nadie...
Ahora díganme si no es verdad, quién te quita lo bailado?
Pero esto no es un fin, no expira, no se nos cerró un camino ni concluyó nuestra ruta, esto no es una pausa...
Esto tan sólo es el peaje pipol, el viaje recién empieza.
Las amo, gracias por todo.
...Terminó y quinto terminó